Rosenda es quizá la mayor obra
realizada por el lustre escritor michoacano José Rubén Romero. La novela
(considerada por algunos cuento largo), se encuentra escrita con una narrativa
sencilla. Evade la utilización de palabras difíciles y se centraliza en
humanizar el lenguaje de los personajes.
Héctor Ceballos Garibay, Doctor en
sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México, nos dice en José Rubén Romero Flores y la Novela de la
Revolución Mexicana,[1]
que el trabajo del literato michoacano forma parte de la corriente de
escritores que comenzaron a abordar los tópicos de la guerra de revolución en
México. En su ensayo, Ceballos Garibay afirma que dentro de este tipo de
escritos encontramos a los autores exponentes de la “Novela de la Revolución
Mexicana”.
En estas obras vemos similitudes que
los entrelazan de forma indiscutible. Como su nombre lo indica, están
ambientadas en espacios revolucionarios o post-revolucionarios de México,
asimismo, en términos narrativos también se asemejan. Héctor Ceballos asegura
que “son textos realistas, lineales, episódicos, sustentados en argumentos
sencillos, cuyas 3 tramas giran en torno de vivencias autobiográficas o en un
rico anecdotario que busca apegarse a los hechos históricos.”
Teniendo estas tres características y
siendo conocedor del origen de José Rubén Romero (nació en el Michoacán rural)
no es difícil suponer que sus creaciones buscarían representan su entorno,
alejándose de la fantasía y ahondando en la representación rural de un país en
la revolución. Rosenda, que fue su última obra, es quizá el ejemplo más claro
del Michoacán durante el primer gran movimiento social armado del S. XX.
Aunque la historia inicia con una
atemporalidad de espacio y tiempo, pronto se comienzan a realizar catáforas
referentes a la vida rural de México. “Yo no era cura, ni presidente Municipal,
ni médico” escribe Romero Flores haciendo una clara alusión a las figuras con
mayor autoridad dentro del entorno rural que se desarrolló a principios del S
XX en el país.
La historia de Rosenda empieza cuando
un abarrotero se dirige a pedir la mano de la joven a una comunidad aislada de
Michoacán. Un zapatero le pidió el favor. Al concretar su encargo, el
abarrotero es testigo de cómo la familia destierra de su casa a la joven por
haber ocultado el noviazgo. La mujer llamada Rosenda decide acompañar al hombre
hasta su pueblo (Tacámbaro) al verse sin opciones. Sin embargo, al regresar,
ambos se topan con que el viejo prometido de la joven se marchó. A partir de
estos conflictos, se desarrolla la trama de la obra.
Así pues, el texto refleja la vida de
un Michoacán rural y se aleja de las obras de fantasía que permearían la
literatura mexicana de las décadas posteriores. En Rosenda nos encontramos con la representación de un pueblo sacudido
por una Revolución Mexicana que dio pie a saqueos y fechorías. Se muestra como
la vida del país no era fácil, se pintan paisajes áridos y escenas pesimistas.
“Los que se enferman se mueren. No tienen centavos pal médico ni pa mercar los
remedios” nos dice Romero Flores en el segundo capítulo de la novela.
Aunque la creación de Romero Flores se
aleja de casi todos los eventos políticos, el breve retrato de la vida de los
campesinos y trabajadores vislumbra las precarias condiciones que vivieron. La
ambientación de la situación del trabajador michoacano campirano queda plasmada
en el encuentro con el carretero Miguel. “Pagarnos bien, no nos pagan. Pegarnos
tampoco. Recebemos un cuarterón de máiz de ración y treinta fierros; hay pa
gordas y frijoles.” Así se describen las circunstancias laborales de los peones
rurales a mediados del S. XX en la novela.
El movimiento revolucionario es caótico
en la obra del autor michoacano. “Decían que aquello era la Revolución, pero no
había tal, era la inquietud de la Revolución en la ignorancia más completa de
lo que fuera la Revolución. Hasta los poblados más pequeños solo llegaba
aquello”. Aquí, nos narra como en varias en las comunidades michoacanas, se usó
el estandarte revolucionario para encubrir fechorías en los pueblos. Se plasma
como muchos dirigentes locales se escudaban bajo los tumultuosos tiempos de
guerra para delinquir “Una horda satánica de fieras, con aspecto de hombres
arrasó mi casa y mis bienes” afirma el texto.
Se nos describen la incertidumbre que
varias de las localidades sufrían ante los constantes saqueos de varios
caudillos bandoleros. “No había noche que no tuviéramos alarma en el pueblo;
que si Cruzaley se acercaba; que si era Botello… Sonaba un tiro y ya estábamos
todos corriendo”.
Las circunstancias descritas en el
texto no se distancian mucho de la realidad. Eduardo N. Mijangos Díaz nos dice
en El chavistmo y los movimientos de
rebelión en Michoacán durante la Revolución[2] que en Michoacán, diversos grupos
armados rechazaron la victoria y el mando de Francisco I. Madero, por lo que
pasaron a convertirse en bandoleros para poder continuar con su movimiento
armado. A decir de Mijangos Díaz, la descomposición social de la Revolución
“provocó el desplazamiento de la población rural hacia centros de población más
importantes e incluso hacia Estados Unidos”.
Asimismo es importante el aspecto etnográfico
con el que se describe a la familia de Rosenda. Al padre de la joven, se le
detalla como un hombre con “el aspecto de un capitán español de los que
vinieron a hacer la América”. A la joven, se le representa como una mujer alta,
parecida a su padre, con un largo cabello negro y grandes ojos azules.
Michoacán pose un territorio con una vasta población aborigen, sin embargo
durante el periodo de 1900 a 1930 el número de habitantes indígenas disminuyó
de manera drástica, de 50 mil, quedaron cerca de 6 mil indígenas en la entidad[3]. El
lamentable acontecimiento coincidió con la migración europea de la comunidad
italiana a las áreas de la tierra caliente michoacana. Los asentamientos
extranjeros quedaron manifestados con la fundación de la Nueva Italia, una
comunidad creada por Dante Cusi un empresario italiano. En Las Utopías agrícolas de Michoacán[4]
se dice que fue el extranjero quien adquirió las hectáreas para fundar las
haciendas que pasarían a ser comunidades de la Tierra Caliente. Hay que
recordar que Tacámbaro (lugar donde se desarrolla casi toda la novela) es
considerado el “Balcón para la Tierra caliente”.
La figura de la mujer y su
representación desde una perspectiva machista en la ruralidad, es clave dentro
de Rosenda. En la novela, Romero Flores
hace una comparativa dura pero contundente “¡Qué gente tan rara! Me dan a la
muchacha como se entrega una res”. Asimismo continúa equiparándola con un mero
objeto que se puede comprar o vender, entreviéndonos el poco valor que se le
concedía al género femenino en los pueblos de la postrevolución, “Pueden
devolver a la novia —agregó la hermana de Salustio— por falta de pago”. La
mujer queda reducida a un animal para varios de los personajes “Mi compadre…
aseguraba irrespetuosamente, que no se subía a otro animal que no fuese su
mujer” narra el protagonista.
Además, la representación de la joven
ideal (o la socialmente aceptada) queda descrita por Doña Pomposa en su
encuentro con el protagonista “¡Ella es buena hacendosa y bonita!... Sin tener
ninguna obligación, tiene la casa como espejo y hace de comer para las dos.”
Con esta serie de oraciones el autor nos deja entrever la perspectiva social
esperada para la mujer, es decir que debe ser buena en el hogar, sumisa y
prudente.
La descripción del rol femenino durante
el México rural a mediados mitad del S. XX no es lo único que se refleja en
esta obra. Rallando la genialidad, Rubén Romero es capaz de plasmar de una
forma particular la esencia de la feminidad campestre de Michoacán. Logra hacer
esto mezclando los estereotipos de la mujer mexicana del campo con una
individualidad que retrata el comportamiento de alguien de carne y hueso.
El personaje Rosenda es el ejemplo en texto vivo. El ensayista Rodrigo Martínez asegura en La dualidad de la decadencia[5] que la protagonista es “una síntesis de la provincia michoacana. Vemos a una persona noble y abnegada; una mujer que, a pesar de sus maneras recias, no pierde la lozanía característica de la adolescencia.” A decir de este autor el retrato vivo de Rosenda no solo ejemplifica un personaje real que es capaz de transmitir la humanidad mediante sus actos y descripciones, sino que también es “un arquetipo literario de los pueblos remotos de Michoacán. Ella encarna la tierra y la delicadeza”.
Rosenda
es
reconocida como uno de los grandes productos de la literatura mexicana moderna
del S. XX. Sin embargo, lejos de su calidad narrativa también encontramos un
importante legado histórico para entender cómo se veía a sí misma la gente que
habitó durante los tumultuosos tiempos de la revolución. Esta gran obra maestra
del literato michoacano es sin duda un texto imperdible para cualquier mexicano
u persona que busque entender el convulsionado contexto del México
revolucionario.
[1]
Héctor Ceballos Garibay, José Rubén
Romero Flores y la Novela de la Revolución Mexicana, Uruapan, Michoacán 2010.
[2]
Eduardo N. Mijangos Díaz, Tzintzun; Revista de estudios Históricos. El
chavistmo y los movimientos de rebelión en Michoacán durante la Revolución, Año
1994. Disponible en: http://tzintzun.iih.umich.mx/num_anteriores/pdfs/tzn19/chavismo_michoacan_revolucion.pdf
[3]
INEGI: Censos de la Población de 1900 a 2010. Cifras manejadas en “http://spi.michoacan.gob.mx/datos-estadísticos”
[4]
Alfredo Pureco Orleas, Las utopías agrícolas de Michoacán desde la colonia
hasta el siglo XX: Una historia con tres momentos. Año 2004. Disponible en: http://revistabicentenario.com.mx/index.php/archivos/las-utopias-agricolas-de-michoacan-desde-la-colonia-hasta-el-siglo-xx-una-historia-con-tres-momentos/
[5]
Rodrigo Martínez. Ensayo: La dualidad de la decadencia. Revista Punto de
Partida. Año 2009. Disponible en: http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=224
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