miércoles, 8 de junio de 2016

Fragmento de el pueblo de la montaña.





El primer día que estuve ahí ya habían pasado algunos meses desde la muerte de mi abuelo. Un calor intenso chocaba contra nosotros y una incertidumbre se reflejaba en los ojos de varios lugareños. Esa tarde el señor Ernesto me acompañó; era el abogado y amigo del viejo desde su juventud, conocía bien las mañas y costumbres de Don Celso. Aun así, con todo lo que supo de él, tampoco conocía mucho de La Escondida, incluso le fue difícil llegar al rancho. El lugar era tan recóndito que apenas un par de años atrás se incluyó en los mapas del país. 

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